Es Navidad, pero ni ha venido un hombre barbudo de rojo y blanco a dejar regalos debajo del árbol adornado con espumillón y luces, ni se oyen villancicos en las calles y tampoco hace ni frio. Y es que estas Navidades son de lo más atípicas.
En aquel lugar también pudimos observar como nuestro “guía” tenía algunos tics nerviosos tanto en las manos como en la cara que te hacía dudar de su buena salud mental, aunque quienes somos nosotros para juzgar la salud mental de un hombre así, ya que como siempre depende del punto de vista del que lo mires. Seguramente desde su punto de vista, nosotros tampoco estaríamos muy cuerdos. Eso sí, sin pedírselo se nos subió a unas rocas y se puso a hacer varias posturas incitándonos a hacer varias fotos de los más originales. Cuando regresamos, le ofrecimos una pequeña propina que a punto estuvo de rechazar por considerarla insuficiente. O sea, que aunque parecía un poco loco no estaba nada tonto.
Al volver también nos dimos cuenta que no habíamos llegado a Yeh Pulu, así que tuvimos que caminar otra media hora para encontrarlo. Allí, en medio de los arrozales y a la intemperie se encuentra uno de los frisos más antiguos y enigmáticos de todo Bali. Hay figuras de Karuna, Ganesha y otros dioses hinduistas, mezcladas con escenas de la vida cotidiana de aquella época. Al llegar allí, una amable anciana se ha prestado a mostrarme como hacer una ofrenda a los Dioses, para arreglo seguido pedirme una limosna, pero como no llevaba dinero suelto no le he ofrecido, toda su amabilidad se ha vuelto tosquedad a pesar de mis explicaciones en ingles que por supuesto que no entendía. Cuando ya me iba, me ha perecido que esbozaba una sonrisa como diciéndose a si misma: “Estos turistas ya no muerden el anzuelo”.
Como todavía era pronto, nos fuimos al pueblo de Tampaksiring donde se encuentra el templo Gunung Kawi. En medio de una ribera, como el templo anterior, se encuentran un conjunto de 10 esculturas en forma de templo cinceladas en la roca caliza de los cuales hay 5 en una pared, 4 en la pared justo enfrente a la otra orilla del rio, y luego hay una escultura solitaria un km rio abajo. Como en los templos anteriores, no se sabe muy bien que representan ni cuando fueron hechas, pero datan de épocas parecidas. La hipótesis más aceptada es que pertenecen al complejo funerario de King Anak Wungsu y sus mujeres. Y es que esta zona de Bali aglutina muchos de los tesoros más antiguos de esta isla y de sus civilizaciones.
Con tanto, templo y excursión nos habíamos olvidado de comer en el día de Navidad. Así que cambiamos la típica comida copiasa de Navidad con entrantes, langostinos, gambas, pavo, turrones y cava por unos fideos fritos con verduras, pollo y tempe con un té frio para beber. Seguramente no estaría tan bueno, pero a nosotros nos supo a gloria y todo ello por unos 3€ los dos. Barato, barato.
Por la tarde fuimos a visitar el Monkey Forest. Este bosque a pesar de estar cerca de la ciudad de Ubud reluce lleno de vida tanto la que emana de los inmensos Bayan Trees como de los simpáticos animalitos que te acompañan en todo tu visita, sobre todo si llevas algún apetitoso plátano. Muchas veces parece que posan para las cámaras pudiendo ver a mamas escudriñar los piojos de sus pequeñuelos, guardianes encima de las columnas de los templos y otros comiéndose el plátano a dos manos sentados en medio del camino. Pero aunque parezcan inofensivos, muchas veces se enzarzan en pequeñas carreras persiguiendo a los turistas que llevan demasiados plátanos en la bolsa y que no los comparten con ellos. En definitiva, es mejor ir sin bolsas y disfrutar de ver como persiguen a otros turistas.
Bueno, para ser el día de Navidad habíamos hecho muchas cosas. Así que decidimos darnos un lujo reservando hora en una Spa para recibir un masaje balines que nos pusiera todos los huesos en su sitio después de tanto ajetreo. Ahhh, si vienes a Bali no dejes pasar la oportunidad de probar este masaje a base de aceite y presiones por todo el cuerpo. Relajante al tiempo que energetizante.