Llegar a Sídney ha sido nuestro regalo de Reyes. Nuestra llegada fue algo dura ya que llegamos a las 06.30h de la mañana, pero que en realidad eran las 03.30h de nuestro reloj biológico. Nos costó un poquito encontrar una Guest House barata y en condiciones. Finalmente nos hemos alojado en Aussie Backpackers Guest House. Una especie de antro, donde compartes habitación con jovencitos de 20 años que duermen de día y viven de noche. Lo bueno es que no coincidíamos nunca con nuestros compañeros de habitación. Primero fueron unos hooligans guarros y desordenados y después unos chicos de familia bien pero que al final y debido a las borracheras se volvieron igual de sucios.
Nuestra aventura por Sídney fue mucho más enriquecedora que perder los días durmiendo la borrachera. Nos compramos nuestra eterna compañera: la guía Lonely Planet y empezamos a descubrir esta maravillosa ciudad.
Lo que primero nos sorprendió fue la amabilidad de las personas. En una ciudad grande no es muy habitual que la gente sea tan encantadora. Todo lo que diga es poco. Para resumir el carácter afable de los australianos os diré que hemos conocido a una madre y un hijo en un tren y nos han invitado a su casa en Sídney Por lo visto una casita enorme frente la bahía de Manly. No sabremos si podremos aprovechar semejante invitación porque nuestra idea es ir hacia el norte y desde allí volar a Nueva Zelanda.
La segundo cosa sorprendente fue el poco tráfico de las calles. Al principio creíamos que era solo por nuestra zona (Kings Cross) pero después de andar por media ciudad nos dimos cuenta que era la tónica general. Un taxista nos dijo después que estábamos en época de verano y que generalmente hay un poco más de coches. Chocante igual fue que no vimos ninguna moto.
Las calles son anchas y bien señalizadas. Los semáforos tardan una eternidad en dar paso verde a los peatones y se circula por la izquierda. Todavía no nos hemos acostumbrado a mirar al lado correcto a la hora de cruzar la calle. El nivel de vida es muy bueno. Muchos bares y tiendas cierran a las 18.00h y la gente se va a sus casas con sus familias o sus amigos. Y es que en Sídney se respirara alegría y felicidad. La gente por la calle te mira y te sonríe. El ambiente es ligero y soleado, al menos en estos días.
Hay muchas cosas que hacer en Sídney y nos ha parecido todo muy caro. Dormir nos cuesta 28 AUD (dólares australianos) a cada uno. Comer en el Mc Donalds cuesta unos 8 dólares, lo mismo que comer fish & chips (pescado rebozado con patatas fritas, muy típico). Un billete de metro cuesta 3,20 AUD y una botella de agua 4,50 AUD. Muy caro. A mí me ha costado 2 días habituarme a este cambio. En Sídney hay mucho que ver y eso implica gastar mucho dinero. Eso o te quedas en casa, así que estamos intentando ahorrar en la medida que podemos: cenamos en el hotel y preparamos picnic para el día siguiente, vamos a pie a todos sitios y hemos buscado un supermercado donde el agua vale 0,69 AUD que es un precio más que razonable.
La zona de Kings Cross donde estamos durmiendo es una zona de gente joven llena de bares y restaurantes. La zona más bonita es la zona del Puerto. Hay 9 muelles donde para ferris que te llevan a distintos puntos. Es un medio por la que la gente de aquí se mueve. Sídney tiene muchas entradas de mar y hay zonas llenas de casas preciosas. Las típicas casas que hemos visto en las películas: casas en una planta o dos, con jardín, césped, parking al lado para el coche, canasta de baloncesto, perro, bici,… Y lo mejor, sin verjas. No hemos visto ni una sola casa con verjas. Incluso muchas de ellas no tienen ni cortinas. Eso explica, en parte, el carácter abierto de estas gentes y la tranquilidad y seguridad que se respira.
Paseamos por “The Royal Botanical Garden” un parque enorme con plantas tropicales, plantas medicinales, montones de rosas, loros blancos,… fuimos caminando descalzos todo el tiempo y pudimos ver madres jugando con sus bebés, papás jugando al fútbol con sus hijos, parejas tumbadas mirando al cielo, turistas haciendo fotos y amigos compartiendo un rato de risas y relax. Un cártel en la entrada del parque te invitaba a pisar el césped, a oler las rosas, hablar con los pájaros, abrazar los árboles y disfrutar de un picnic. Y es que son muchas las personas que pasan parte del día en las zonas verdes de la ciudad. Hemos visto ejecutivos con traje y corbata sentados bajo un árbol comiendo un sándwich, grupos de amigas o compañeras de trabajo haciendo lo propio, muchísimas personas haciendo deporte y es que hay mucho culto al cuerpo, mamas paseando a sus hijos, personas paseado a sus perros,… en definitiva vida en la calle aprovechando las buenas temperaturas y el sol.
El último día fuimos al Museo de Australia. Hay exposiciones permanentes de minerales, pájaros y esqueletos. Me divirtió mucho per los huesos de un montón de mamíferos, serpientes, espinas de peces, incluso había un elefante y un jinete sobre su caballo. Solo los huesos claro. No pude dejar de pensar en lo bien que se lo hubieran pasado Iván y Pau viendo esto ya que tenían huesos de plástico para que los niños montaran esqueletos de personas y animales sobre unas telas donde ya estaban dibujados los huesos correspondientes.
Otra exposición y seguramente la más interesante era sobre los Aborígenes, todas aquellas personas que poblaban Australia antes de la invasión Europea. Testigos reales hablaban de cómo sus costumbres y su espiritualidad se habían visto muy influenciadas por la llegada de los europeos. El color de la piel de los aborígenes es oscuro y en cambio el perfil del australiano actual es rubio, de piel blanca y ojos claros. Hemos visto algunos aborígenes tocando el Didgeridoo (un instrumento musical cilíndrico de madera) en las puertas de ciertos puntos turísticos, desnudos de cintura para arriba y adornados con pinturas blancas. ¿Esto es lo que queda de ellos? Lo tendremos que descubrir.
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