Después de la monstruosa noche de
Halloween, el sábado nos fuimos para el Parque de Jericó. Está solo a unos 50
kilómetros de Bogotá en dirección noroeste. Salimos pronto, así que en algo más de
una hora estábamos fuera de la ciudad y en medio de la naturaleza.
El parque es ecológico y está
lleno de animales, patos, cabras, faisanes, caballos, gatos y además es un
criadero de truchas. Entre las actividades hay caminatas, pesca, montar a
caballo y básicamente descansar.
El parque tiene varias cabañitas
de madera. Aunque de momento solo hay 4 disponibles, vimos que están
construyendo más. Las cabañas son muy sencillas, como una casita de sauna. La
nuestra era para 4 personas y tenía dos habitaciones. Una con cama doble y otra
con literas. Las sábanas y mantas eran las típicas de la abuela del pueblo:
gruesas y pesadas. Los colchones también eran de lana. Durante el día hacía
calor, pero por la noche entendimos el porqué de tanto abrigo en las camas.
Brrr que frío, menos mal que teníamos chimenea y sobre las 18.00h ya la
encendíamos y la dejábamos hasta irnos a la cama. Desde dentro de las
mantas oíamos y veíamos chisporrotear la madera y era muy agradable. Pepe que es el fogonero oficial se encargaba de eso.
El baño era muy sencillo con un sistema de agua caliente en la ducha, todavía más simple, y que no funcionaba. Tenías que pensarlo muchas veces antes de ponerte bajo esa agua gélida.
El baño era muy sencillo con un sistema de agua caliente en la ducha, todavía más simple, y que no funcionaba. Tenías que pensarlo muchas veces antes de ponerte bajo esa agua gélida.
El sábado hicimos nuestro primer
paseo en caballo. Para Clara nos dieron un caballo con silla doble. La silla
pequeña va delante y detrás va la del adulto. Le encantó pasear a lomos de
Carreta y a nosotros también. El domingo
repetimos paseo a última hora de la tarde, cuando el sol ya rozaba las montañas
para irse a dormir. Es realmente relajante dejarte llevar por el compás del
paso del caballo y el ruido de la naturaleza al atardecer.
El domingo David y Nasha, dos
niños del parque nos enseñaron el criadero de truchas, desde los alevines a las
truchas adultas. Para comer pedimos trucha al ajillo y estaba deliciosa
acompañada de patacón (plátano), papa y ensalada.
La entrada al parque es gratuita,
el único inconveniente es que no puedes entrar comida y te obligan a ir al
restaurante a hacer todas las comidas. Eso no sería un problema (aparte de
económico) si el restaurante estuviera cerca y abierto, pero nuestra cabaña
estaba en la parte alta y el restaurante de esa zona estaba cerrado por la
mañana y a partir de las 17.00h, de manera que tenías que ir al restaurante de
la parte baja. Y la bajada no era nada, pero después de la subida tenías ganas
de volver a bajar a comer de nuevo. Deberían mejorar este aspecto.
Por lo demás es una buena opción para ir con niños y desconectar.
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