Hoy hemos ido de visita al barrio
de la Candelaria. Es uno de los barrios más emblemáticos de Bogotá por ser el
barrio colonial de Bogotá.
Solo bajar del taxi ya nos han
timado: hemos visto un puesto de calle donde vendían patatas (nos han dicho que
era yuca), churros y plátano frito con sal. Nos hemos acercado tan alegremente
y hemos pedido un cucurucho de yuca. El señor tendero nos ha dicho que costaban
3.000 COP (unos 3 euros). Le hemos pagado y acto seguido nos ha empezado a dar
más patatas en las manos, también nos ha llenado de banana para que la
probásemos. Nos ha hecho sospechar, pero el mal ya estaba hecho. Veinte metros
más abajo había otro puestecito que vendía lo mismo. Hemos preguntado el precio y nos han dicho
1.200 COP. En fin, es la novatada. Tenemos asumido que somos unos recién
llegados y hasta que no cojamos ritmo nos pasaran cosas como estas. Pero tan
contentos hemos llegado a la Plaza Bolívar.
El nombre de la plaza se debe a
Simón Bolívar. Se le conoce como “el libertador” y es considerado un héroe de
la nación. Luchó contra los españoles por todo Suramérica y fue presidente de
Colombia. Y aunque acabó solo, derrotado
y enfermo tiene su lugar en el corazón de la Candelaria. Pues bien, al entrar a
la plaza hemos visto su estatua llena de banderas azules y blancas. Toda la
plaza estaba llena de gente con camisetas, paraguas, banderas y bufandas de
estos colores. Cantaban, bailaban y gritaban. Hemos imaginado que estaban
celebrando alguna fiesta nacional, las fiestas patrias o algo así, porque hoy
ha sido fiesta en Bogotá. La alegría era frenética y todo el mundo se abrazaba
y daba saltos. Nos hemos decidido a preguntar a que se debía la celebración y
tendrías que haber visto la cara que se nos ha quedado cuando nos han dicho que
celebraban el cumpleaños de “Los Millonarios”, el equipo de fútbol más grande
de Colombia. Y les hemos dicho “Pero,
¿habéis ganado algo?” y nos han dicho “No señor, estamos celebrando el 66
cumpleaños de Los Millonarios, el equipo más grande de Colombia”. Que
patriotismo. En cierta manera me da envidia ver una país tan unido, celebrando
que hace 66 años se fundó su equipo de fútbol. Ni triunfos, ni copas, ni nada,
solo un cumpleaños.
Hemos seguido callejeando por la
Candelaria seguidos de bombos, trompetas y cánticos, hasta que hemos conseguido
perdernos por las empinadas callejuelas de este precioso barrio. Algunas calles
son de adoquines y las casas bajas, pintadas de vivos colores y algunas de
ellas con balcones de madera. Precioso. Parte del encanto reside en la
combinación de algunas casas destartaladas con otras más nuevas.
Hay una
curiosidad y son algunas figuras de color verde hechas de material reciclado
situadas en balcones y azoteas. Representan comuneros locales, es decir,
ciudadanos de a pie y parece que estén vigilando lo que pasa por las calles. El
autor fue Jorge Olavé.
Entre los sitios de interés hay
el Museo Botero, la casa de la Moneda, la Catedral Primada, la Iglesia de Santa
Clara y muchos otros museos. Lo que más me ha gustado es la Plazoleta del
Chorro de Quevedo. Unos dicen que Bogotá se fundó en esta plazoleta, aunque
otros mantienen que el lugar fue la plaza Bolívar. En cualquier caso nos hemos
pasado largo rato en esta pequeña plaza llena de lugareños jugando a pelota
(una pelota pequeña, de tela, rellena de arena), tomando chicha, vendiendo obleas (arequipe-dulce de leche- entre dos obleas redondas gigantes), paseando. Incluso
hemos podido deleitarnos los oídos con dos chicos que contaban micro-cuentos,
como ellos mismos decían. Una amable vendedora de tamales (envueltos de hoja de plátano rellenos de arroz y pollo) le ha regalado
galletas a Clara y hemos estado charlando con ella muy a gusto. De momento toda
la gente que estamos conociendo es muy
amable y nos tratan con mucho respeto y cariño.
Lo mismo nos ha pasado a la hora
de comer. No había muchos restaurantes abiertos y hemos acabado en La Puerta
del Real. Un sitio recién inaugurado, lleno de antigüedades y cachivaches. El dueño era un Cachaco amante de los objetos antiguos
y acumulaba ropas de la época, partes de
coches: luces, parachoques, billetes antiguos, teléfonos, cuadros, camafeos.
Más que un restaurante parecía un museo.
Nos ha invitado a ver sus colecciones e incluso a hacernos fotos con algunos atuendos.
En definitiva hemos descubierto
un poquito más de esta bonita ciudad.
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