lunes, 25 de enero de 2010

WHITSUNDAY ISLAND


Uno de los destinos preferidos por los Aussies para sus vacaciones es Whitsunday Islands, un archipiélago de 74 islas e islotes. Aquí puedes disfrutar de las blancas playas bañadas por aguas tropicales, sumergirte en un mundo lleno de coral y peces de colores en La Gran Barrera de Coral, explorar los parques nacionales de sus islas más grandes, navegar con un velero, acampar en una playa desierta o regocijarte en algunos de sus lujosos resort. Hay opciones para todos los gustos y bolsillos.

Como curiosidad Whitsunday significa Pentecostés en inglés, una celebración Cristiana para conmemorar el descenso del Espíritu Santo que acontece el séptimo domingo después de Pascua. La verdad es que todavía no sé porque han llamado a este archipiélago con este nombre, a no ser porque sus playas tienen unas de las arenas más blancas de todo el mundo.

Nosotros decidimos explorar este conjunto de islas a bordo de un velero que durante 3 días y 2 noches te lleva a visitar las bahías y playas más recónditas, al mismo tiempo que puedes surcar estos mares con el viento en popa a toda vela. Nuestro barco se llamaba British Defender, un velero 23 metros de eslora con un mástil de 35 metros de alto. Fue construido en el 1990 para participar en la regata Whitbread Around the World, aunque recientemente ha sido remodelado para poder albergar a 28 pasajeros y 4 personas de la tripulación.

El primer día llegamos al puerto sobre las 14:00 donde nos recogía el velero. Antes de subir al barco nos dieron algunas instrucciones básicas sobre cómo manejarnos en el barco y nos asignaron los camastros donde pasaríamos las dos noches. Mientras zarpábamos de puerto, fuimos a dejar nuestras cosas bien amarradas en la litera, ya que aquella misma tarde ya íbamos a navegar y  el capitán nos avanzó que el mar estaba un poco “agitado”. Y es que había estado lloviendo toda la mañana y la tarde no parecía que se iba a arreglar la situación. Luego subimos todos a cubierta, y es que ya habíamos salido de puerto y soplaba un viento propicio para desplegar las velas y navegar. El capitán nos hizo sentarnos a todos a babor con las piernas colgando fuera del barco. La maniobra de desplegar las velas no es sencilla. Primero se desplegó la vela de proa de forma manual hasta una cierta altura y luego tuvimos que utilizar las 3 poleas y 6 personas para izar completamente la vela. El velero se empezó a escorar a estribor al mismo tiempo que el viento empujaba la vela por babor. Luego desplegamos la vela mayor y el barco pasó a estar escorado más de 45º. Era emocionante ver como a babor nuestras piernas colgaban por fuera de la cubierta y el viento soplaba en nuestras caras, al mismo tiempo que en la proa el velero surcaba los mares abriéndose paso entre las olas. En algunos momentos parecía que íbamos a volcar completamente. Ara se que el capitán nos hizo sentarnos a todos a babor para contrarrestar con nuestro peso la fuerza del viento que nos escoraba. La hora que estuvimos navegando con las velas desplegadas fue uno de los momentos más emocionantes de nuestra travesía por las Whitsunday Islands.


Para pasar la noche nos dirigimos a la bahía Nara situada en la isla Hook que nos resguardaba del temporal que empezaba a azotar el archipiélago con agua y viento. Cuando llegamos nos prepararon unos nachos con queso y guacamole, y abrimos algunas latas de cerveza para celebrar que estábamos en tan magnífico lugar. Al mismo tiempo empezamos a conocer al resto de nuestros compañeros de viaje, había personas de Finlandia, Alemania, Suecia, Holanda, Canadá, Francia y, como no, España. Viendo que estábamos en completa minoría empezamos a practicar nuestro inglés, aunque para soltarme completamente necesité más de una copa de vino. Al final de la noche casi que había hablado con todos, aunque algunos de ellos era realmente complicado entender su acento, sobre todo los de Canadá.

Después de cenar Noemí empezó a sentirse mareada, sensación que se quitó en el resto del viaje. Y es que aunque estábamos anclados en una bahía bastante resguardada, el velero se movía como si estuviéramos en alta mar.

A la mañana siguiente algunos rayos de sol tímidamente se asomaban por entre los nubarrones, cosa que nos hacía albergar algunas esperanzas de poder disfrutar de un día soleado en la playa. No obstante, a media mañana nuestro capitán nos reunió para informarnos que le habían comunicado que había un ciclón en alta mar y que se esperaban rachas de vientos importantes y una mar bastante marejada. Todo esto nos obligaba a modificar nuestra ruta prevista y buscar algún lugar de resguardo entre las innumerables bahías que pueblan la Whitsunday Islands, impidiéndonos visitar la Whitehaven Beach. Acto seguido nuestro capitán dijo: “Bueno, esto es lo que nos recomiendan, pero lo que haremos es navegar cerca de la costa sin desplegar la velas e iremos a visitar la Whitehaven Beach igualmente”. Luego nos dimos cuenta que nuestro capitán estaba un poco “loco”, pero sabía lo que se hacía perfectamente.

Así que nos dirigimos al Tongue Bay situada en la costa nortoeste de la Whitsunday Island, la isla más grande de todas y donde se encuentra la Whitehaven Beach. Una vez allí, anclamos el barco y desembarcamos a la isla con la lancha motora que llevamos arrastrando. Por cierto, a que no sabéis quien fue la primera en desembarcar a tierra? Pues sí, fue Noemí y es que cuando  nos dijo el capitán que íbamos a hacer una pequeña excursión por la isla, a Noemí le cambió el color de la cara de blanco nuclear a amarrillo pálido viendo que se acercaba el momento de poner los pies en una superficie estable.

La excursión por tierra consistió en recorrer un pequeño sendero para llegar a un punto donde se tienen unas excelentes vistas panorámicas de las verdes islas, las blancas playas y las aguas turquesas. Y es que tuvimos mucha suerte al tener algunos momentos durante el día cuando el sol se asomaba por entre la nubes y convertía los colores grisáceos del paisaje en verdes brillantes de la vegetación, azul celeste el cielo y blanco brillante de la playas y azul turquesa de las aguas tropicales. Además desde lo alto de nuestra posición pudimos apreciar algunas mantas marinas que se acercan a las blancas costas en busca de comida.

Luego bajamos a la playa a comprobar de cerca que la arena es tan  blanca como parecía desde lo alto. Aunque en algunos momentos hacía sol, en otros empezaba a chispear pero eso no nos impidió darnos un chapuzón en esta paradisíaca playa. Eso sí, nos tuvimos que poner nuestro traje de neopreno para protegernos de los posible picaduras mortales de las medusas que hay en esta época del año. Y es que, como ya he comentado en otro artículo, en Australia está lleno de animales que te pueden quitar la vida en pocos segundos. Pero como no hay mal que por bien no venga, aprovechamos a flotabilidad de los trajes de neopreno para surfear con las olas que rompían en la playa. Además, luego nos dimos cuenta que fuimos muy afortunados al poder disfrutar de esta playa para nosotros solos y es que en un día normal de sol, se llena de barcos y turistas.

Por la tarde fuimos a Caves Cove en la Hook Island a hacer nuestra primera y última inmersión en La Gran Barrera de Coral de Australia. Para ello nos tuvimos que volver a poner nuestros trajes de neopreno. Yo salí algo decepcionado del agua, ya que tanto en Bali y Gili Air, así como en México (hace algunos años) vi fondos marinos muchos más impresionantes que estos. Lo que sí que vi fue varias medusas pequeñas y tuve que salir por “aletas” para evitar tener alguna picadura indeseada.

Al regresar el barco, nuestra cocinera tenía preparado un snack con queso, aceitunas y zanahoria para aplacar el hambre de los 28 snorkelistas, y es que esta una hora persiguiendo a los peces hace mucho apetito. Para dormir, volvimos a Nara Inlet donde habíamos pasado la primera noche, y es que el ciclón todavía estaba activo.

A la mañana siguiente nuestro capitán se había levantado con ganas de desplegar las velas y navegar de vuelta a puerto. Pero después de estar buscando el viento como si fuéramos unos sabuesos, nos dimos cuenta que aquella mañana difícilmente podríamos navegar en condiciones. Así que el capitán puso rumbo a puerto utilizando los motores como propulsión. Durante nuestro trayecto de vuelta, el capitán soltaba el timón mientras ayudaba al resto de la tripulación a recoger la velas y demás cabos del barco, con lo que el velero algunas veces iba sin rumbo. Yo me acerque para ofrecer ayuda, y en ese momento el capitán me entregó el timón del barco. Me dijo: “Ves aquel Transatlántico que se ve a lo lejos, pues directo hacía él”. Así que en ese momento, tuve en mis manos la dirección del British Defender. No os podéis ni imaginar lo sencillo que parece en principió llevar un barco recto, y lo complicado que es en realidad. Aunque el mar estaba en relativa calma, cada ola que llega al barco modifica un poco su rumbo con lo que hay que compensarlo con un golpe de timón. Pero tiene que ser bastante suave porque si no el velero modifica su rumbo. Recuerdo que hubo un momento que me distraje escuchando una conversación de mis compañeros y cuando me di cuenta el barco iba directamente hacia la costa, en vez de hacia el Transatlántico y en eso momento con una mirada del capitán me lo dijo todo. Yo volvía enderezar el rumbo y concentrarme en mi “nueva condición de capitán”.

Fue una experiencia que nunca olvidaré, incluso pudo decir que me gustó tener entre mis manos el timón de un barco.

Como anécdota del viaje, os contaré que a cada barco que nos encontrábamos en nuestro rumbo le propinábamos nuestro grito de guerra:

“BRITISH DEFENDER, THE BEST BOAT OF THE WITHSUNDAY ISLANDS”

Incluso nos permitimos el lujo de acercarnos a un Transatlántico y para lanzar nuestro grito de guerra, y eso que era infinitamente más grande que nosotros.

Lo hemos pasado genial, tanto por el lugar que hemos visitado como por la gente con la que hemos compartido el viaje. Al final del viaje éramos como una piña y para celebrarlo no fuimos todos juntos de fiesta una vez en tierra firme.