domingo, 14 de marzo de 2010

VIPASSANA MEDITATION COURSE

Un viaje tan largo aporta todo tipo de experiencias que quedan grabadas en la conciencia para el resto de la vida. Yo he pasado por todo tipo de experiencias algunas de las cuales han estado relatadas en este blog y otras solo quedan en la memoria, pero con una rápida valoración las recuerdo todas muy positivas. La última de este viaje ha sido participar en un curso de Meditación Vipassana y creo que es lo mejor que hubiera podido hacer antes de volver a España donde nos espera reemprender nuestra vida allí, eso sí aplicando los conocimientos que nos ha aportado este maravilloso período de nuestra vida.

Yo no conocía absolutamente nada de esta técnica de meditación antes de empezar este viaje, pero durante el viaje encontré a dos personas que me hablaron de ella. Una de ella la iba a hacer, pero no tenía ninguna experiencia en ella y la otra había participado seis veces en un curso de este tipo, pero ninguna de ellas me supo transmitir en qué consistía. Aún así había algo en mi interior que me impulsaba a conocerla y Nueva Zelanda me ha brindado esa oportunidad.

Ya he publicado un artículo donde explicaba una experiencia descafeinada que habíamos tenido sobre Vipassana en Laos, pero en aquel momento no era capaz de transmitir en qué consiste realmente. Así que lo voy a intentar ahora. ¿Qué es Vipassana? Es una técnica de meditación para calmar la mente y traer paz y armonía a nuestra vida. Vipassana significa “ver la realidad tal y como es” a través de la purificación de los procesos mentales. Cuando estos procesos no están equilibrados podemos sentir agitación, estrés, miedo, enfado, frustración e incluso algunas veces pueden desembocar en enfermedades como depresión u otras enfermedades psicosomáticas. Así que nos sentimos desdichados y, consciente o inconscientemente, hacemos desdichados a todos los que nos rodean. Pero si podemos alcanzar el estado de equilibrio y ecuanimidad mental nos sentimos en felices y paz con nosotros mismos y con el resto del mundo, y esto también se lo transmitimos a los seres que nos rodean.

Vipassana nos enseña a “observar la realidad tal y como es” en nosotros mismos a través de un proceso de introspección objetiva de las sensaciones corporales. En la entrada del templo de Delphos hay una famosa inscripción que reza “conócete a ti mismo” y es que la única forma de observar la realidad objetivamente es limpiando nuestro prisma mental a través del cual experimentamos la realidad evitando que nuestras impurezas adquiridas distorsionen la realidad al pasar por el prisma. Estas impurezas adquiridas son conocidas como los patrones de comportamiento de la mente que ante los estímulos i/o objetos externos reaccionan de una forma preconcebida.

Según esta disciplina la mente funciona mediante cuatro procesos básicos de percepción, reconocimiento, evaluación y reacción simplificando a dos patrones básicos de comportamiento de aversión y apego. Por ejemplo, alguien nos grita la palabra “imbécil” entonces nuestro sentido del oído percibe unos sonidos, luego reconocemos la palabra en nuestro vocabulario y pasamos a evaluar si la palabra. Si no nos gusta reaccionamos con el patrón de comportamiento de aversión y nos sentimos enojados propinándole otro insulto a esa persona. Si por el contrario nos gusta (ej. un piropo), reaccionamos en el patrón de comportamiento del apego y nos sentimos contentos contestando con palabras de agradecimiento. Pero, según esta disciplina, ambos comportamientos nos llevan a la desdicha permanente. El primero porque nos pasamos la mitad vida evitando los objetos externos que nos provocan aversión y el segundo porque estamos la otra mitad buscando los objetos externos que nos provocan apego. El único punto donde se pueden cambiar estos patrones de comportamiento es el proceso de reacción. Esta disciplina propone la observación imparcial y ecuánime de la realidad sin reaccionar. Así tanto en el primer caso como en el segundo ambos desembocarían en el mismo estado mental de equilibrio y paz, sin agitación ni euforia. Como he comentado anteriormente, Vipassana es la técnica que enseña a conseguir este estado de pureza mental a través de la observación objetiva de las sensaciones del cuerpo que es donde sentimos si los objetos externos nos gustan o nos disgustan.

Para conocer la técnica Vipassana es necesario asistir a un curso residencial de diez días con algunas particularidades especiales algunas de las cuales pueden llevar a muchos a renunciar el conocer esta técnica. Las particularidades más significativas son que se debe evitar cualquier contacto con el exterior, nos se permiten elementos distractores como la lectura o la escritura, se separan hombres y mujeres, se observa un estricto silencio excepto para consultar con el profesor las dudas y se sigue un estricto y exhaustivo horario. Todo ello no tiene ningún propósito mortuorio sino conseguir que la mente se calme y focalizar toda su energía en el conocimiento de la técnica en sí. Para ello, los primeros tres días se focalizan en la observación del proceso de la respiración y a partir del cuarto día es cuando se imparten las instrucciones del Vipassana. A partir de este momento es cuando empiezas a observar las sensaciones corporales, cómo las diferentes sensaciones están asociadas a las reacciones de aversión y apego, y lo más importante de todo, cómo todas ellas tienen la misma característica de surgir y desaparecer. A través de este proceso de observación imparcial y ecuánime, la mente empieza a desarrollar un estado de equilibrio al descubrir por sí misma que no tiene sentido reaccionar ante aquello tan efímero e imperecedero.

Bueno, hasta ahora he intentado exponer la técnica del Vipassana y los conceptos que maneja lo más objetivamente posible sin mezclarla con la experiencia personal. Pero tengo que reconocer que la experiencia ha sido única e irrepetible siendo la guinda final a este viaje de nueve meses, y los diez días de curso, en sí mismos, han sido como un viaje donde hay momentos muy buenos, y momentos en que lo darías todo por volver atrás. Para mí lo más sencillo ha sido mantener el Silencio Noble que significa no hablar con el resto de compañeros y, al mismo tiempo, no hablar contigo mismo. O sea, intentar parar el dialogo interior de la mente que no deja en paz día y noche. Llevamos toda la vida que desde que nos dan la palmada en el culo al salir del vientre materno no paramos de hablar y hablar… desde que te levantas por la mañana hasta que te acuestas por noche con tu pareja, con los compañeros de trabajo, con tus padres, con tus amigos,… bla, bla, bla… y cuando no hay nadie con quien hablar, pues empezamos a hablar con nosotros mismos,… que si iré aquí, que si éste me dijo esto, que si tengo que hacer esto o aquello,… constantemente estamos hablando. Así que si durante diez días de tu vida no hablas con nadie yo incluso lo he agradecido. Es más, todo el mundo era de habla inglesa así que dejar de estrujarme el celebro para hablar en inglés también ha sido un alivio para mí. Aunque os tengo que confesar que el dialogo interno no se ha parado por completo, si que se ha calmado en gran medida al no tener objetos externos que lo alimenten. Además ha sido curioso ver como parecíamos almas errantes sin rostro, la gente iba y venía llevando todos la cabeza agachada y la mirada perdida como estuviéramos buscando sentido a la pregunta “¿Quiénes somos?” o como si solo estuviéramos contados los pasos al andar, no importaba. Lo bueno es que no tenías que andar con los típicos formalismos de “Buenos días, Buenas tardes, ¿Qué tal?...” ni poniendo tu mejor sonrisa a cada momento. Sólo ibas hacías tus cosas evitando molestar o tropezar con los demás en la medida de lo posible.

Otra de las cosas que me ha resultado sencilla ha sido acostumbrar el cuerpo a la comida vegetariana y ligera que se servía, y es que el esfuerzo físico realizado no requería de un aporte energético muy consistente, aunque sí muy nutritivo. Solo se servía desayuno y comida, tomando un té y fruta por la tarde como cena, si se le puede llamar así. Lo mejor eran las comidas donde era el único momento del día que disfrutabas de uno de los placeres corporales, y es que la comida era riquísima.

Incluso el horario que inicialmente me parecía muy duro, he terminado por acostumbrarme a él e incluso gustarme. Un día normal empieza a las 4:00 de la madrugada con el sonido de una campana que te arranca de los brazos de morfeo y tienes media hora para él aseo personal matutino. Luego hay dos horas de meditación antes de poder desayunar y descanso hasta las 8:00. Luego hay tres horas más de meditación antes de la comida de las 11:00 (para  mí el mejor momento del día) y puedes descansar hasta la 13:00. A partir de ahí empieza uno de los momentos más duros del día con 4 horas de meditación seguidos aunque puedes hacer alguna pausa para estirar las piernas. A las 17:00 se sirve un té y frutas siendo la última comida del día. A las 18:00 vuelta a meditar durante una hora antes de escuchar el discurso del Maestro S.N. Goenka donde se explica un poco de la teoría que he expuesto anteriormente y también se da contexto a las experiencias del día. Y es que en esta enseñanza, teoría y práctica van de la mano. Los discursos están grabados y son siempre los mismos para todos cursos en todas partes del mundo. Para terminar, a les 20:30 hay la última meditación del día de 45 minutos. Esta última meditación siempre me resultaba ser muy relajante y reconfortante, no sé si por el esfuerzo de todo el día, si por la hora o si porque el cuerpo veía cerca el librarse de la tortura de estar horas y horas sentados en la misma posición. Así que sobre las 21:30 me iba a la cama. Como podéis ver, el horario se las trae y estas la mayor parte del día ocupado. Durante los momentos de descanso, podías ir a pasear por los magníficos parajes que rodeaban al centro que estaba en plena naturaleza, aunque tampoco podías ir muy lejos. Yo cogí por costumbre acostarme en cada momento de descanso, así que lo días pasaban entre meditando y durmiendo, excepto para comer.

La parte más dura del curso ha sido, sin duda, las once horas de meditación diarias donde debes sentarte en una posición con las piernas cruzadas y la espalda recta. También se permite estar sentado sobre las propias rodillas. Tengo que confesar que yo las he probado todas y después de tantas horas de meditación, no importa que postura tomes o cuantos cojines pongas debajo del culo, siempre termina doliendo alguna parte del cuerpo. Aunque la parte más común es las rodillas. Además, durante las horas de meditación puedes cambiar de postura o, incluso tomar descansos de 5 minutos para estirar las piernas o la espalda. Pero había 3 momentos al día de máxima determinación donde durante una hora seguida debía meditar sin cambiar de postura ni mover las manos. Los primeros 30 minutos son muy llevaderos, hasta el minuto 45 haces lo que puedes pero los últimos 15 minutos se hacen eternos, cada minuto parece que sea una hora. Recuerdo que en estos últimos momentos, las rodillas las tenía completamente entumecidas, sentía un dolor punzante en la espalda y poco a poco, el dolor y un calor salido de las profundidades del infierno se me extendían por todo el cuerpo. Y en ese momento, es cuando más tienes que aplicar la técnica de observar las sensaciones del cuerpo de una forma ecuánime y equilibrada observando que todas esas sensaciones tienen la misma característica de surgir y desaparecer, para volver a surgir y desaparecer. Y es en estos momentos, cuando estás trabajando para cambiar patrón de conducta de aversión, ya que cuando la mente siente una sensación que no le gusta, quiere escapar de ella lo antes posible. Así que muchas veces podía observar pensando “me duele mucho, seguro que me estaré lesionando, esto no tienen sentido, vámonos ya de aquí” y era en esos momentos cuando más dolor sentía. Ahí fue cuando experimente por mi mismo cómo interactúan la estructura corporal y la mente, como una es alimentada por la otra. Como siempre estamos siempre reaccionando para evitar una situación que no nos gusto, y esto al mismo tiempo nos impide ver la realidad tal y como es. Así que cuando observaba el dolor de una forma objetiva, el 80% del dolor desaparecía transformándose sólo en una sensación corporal de calor mezclada con micropunzadas agudas y electrizantes que se extienden por toda la zona donde está focalizada el dolor. Esto incluso lo pude observar en una antigua lesión que tengo en el tobillo izquierdo por la cual cuando estoy en posición de meditación mucho tiempo se termina dislocando un poco y siento un dolor horrible. Y pude observar como en el cuerpo se halla asociado los acontecimientos aversivos que se produjeron en el momento de la lesión. Muy, muy, muy interesante.

Pero no todo ha sido “sangre, sudor y lágrimas”, también ha habido muy buenos momentos durante la meditación. A partir del quinto y sexto día el cuerpo se acostumbra a estar en esta postura de meditación durante largo tiempo, e incluso he llegado a estar más de dos horas sentado sin moverme. En algunas de estas meditaciones más larga he llegado a sentir como todo el cuerpo era una masa de partículas vibrantes que se movía de una forma oscilante, incluso casi que llegas a no percibir partes concretas del cuerpo, solo estas sensaciones vibrantes. Bueno, la verdad es que es difícil de explicar con palabras. Recuerdo un día que después de la meditación empecé a hacer estiramientos para desentumecer los músculos y me di cuenta que no estaban agarrotados, es más todo el cuerpo había ganado una flexibilidad increíble. Pero en ese momento, es cuando empiezas a trabajar el patrón del apego observando con la mente ecuánime y siendo consciente que todo surge y desaparece, surge y desaparece….

Al décimo día se levanta el silencio y puedes compartir la experiencia con el resto de tus compañeros. De repente, aquellas personas que no tenían cara ni nombre empiezan a tenerlo y te das cuenta como la experiencia ha sido muy diferente para todos, pero que en los puntos importantes de técnica todos más o menos coincidimos. Y es que esta técnica es universal y sirve para todo el mundo independiente de su raza, religión, estatus social, sexo y edad.

Si hay está interesado en conocer la técnica y probar esta experiencia no hace falta venir hasta la otra punta del mundo. Por suerte, es una técnica cuyas raíces están hundidas en las enseñanzas que Buddha trajo a esta tierra hace más de 2500 años, pero que hoy en día se encuentran diseminadas por todo el mundo, incluso en España. Podéis encontrar toda la información en Dhamma.

Como comentaba al principio, es la experiencia que colma nuestro viaje. Pero el viaje personal no se termina ahí, sino que continúa toda la vida donde a cada momento tienes la oportunidad de conocerte mejor a ti mismo, aplicando los conocimientos y sabiduría adquirida en el camino recorrido.

BHAVATU SABA MANGALAM.

SADHU, SADHU, SADHU.