jueves, 21 de junio de 2012

EL PARQUE DEL VIRREY


El Parque del Virrey se encuentra entre la carrera 20 y 15 con la calle 87 y la 86.
Para orientaros: las calles van de este a oeste y suben de número a medida que van hacia el norte, mientras que las carreras van de norte a sur y suben de número a medida que van hacia el oeste, es decir, a medida que se alejan de las montañas.

Este parque es un pulmón verde en el norte de Bogotá. El parque está lleno de altos árboles, arbustos y césped. Hay un puente para cruzar el río Negro, que debe deber su nombre al color del agua por la que él circula. El parque está atravesado por 4 caminos con baldosas y un carril de bici.  Por ellos está lleno de personas andando, haciendo footing, marcha atlética, montando en bici o simplemente paseando. Y es que en Bogotá la gente hace mucho ejercicio, tanto personas jóvenes como mayores. 

A lo largo del parque hay varias zonas con aparatos para hacer gimnasia: los hay para fortalecer brazos que son como dos timones y tienes que hacer rodar hacia un sentido y el otro, para fortalecer piernas y glúteos que son una especie de bicis estáticas que tienes que accionar hacia arriba y hacia abajo, steppers, barras para hacer dominadas, bancos de abdominales, espalderas,…  y un sinfín de instalaciones para cultivar el cuerpo. 

Ayer paseando vi 4 chicos rodeados de 15 perros. Grandes, pequeños, pero todos de raza, preciosos. Y es que en Bogotá la gente pudiente tiene paseadores de perros que les sacan los perros al parque a pasear. Se juntan varios paseadores y como cada uno lleva varios, aquello parece una fiesta de sabuesos.
Otras personas van al parque a comer tipo picnic, a charlar con los amigos o incluso a hacer la siesta tumbados sobre el manto verde de césped. Puedes ver casi de todo. Cada uno a su aire y de la manera que mejor le parezca. 

Los viernes hay un mercado de fruta y verdura. Se llama Placita Móvil y venden toda clase de verdura, fruta, huevos, quesos y también hay un puesto donde puedes comprar baterías de cocina y otros utensilios. Hay gente local comprando por lo que debe ser una buena opción. Comparando precios con los del supermercado Carulla y la tienda Servifruver, es más económica y la calidad es buena. Cuando te ven llegar, enseguida se ofrecen a ayudarte “yo le colabora señora”. Te asignan una caja de verdura en el suelo y tú vas poniendo todo lo que compras dentro. El último día incluso tenía una dependienta a mi lado que me seguía con una cesta colgada del brazo e iba cogiendo todo lo que yo iba comprando. Cuando has terminado cogen la caja grande y la ponen en la caja de pago. Pagas y listo. La atención que te dan los bogotanos es espectacular. Te tratan como un rey, y te dicen cosas como “a la orden”, “para lo que usted quiera”, “con gusto”. Y aunque te sientas un poco extraño con tantas atenciones, tienes que dejarte querer porque es a lo que están acostumbrados y se ofenden si impides que lo hagan. 

Hoy he decidido mimetizarme con el entorno y empezar a copiar el ejemplo saludable de los bogotanos de hacer ejercicio por el parque. Me he puesto mis leggings de hacer spinning, una camiseta negra de manga corta, sudadera, gorra, gafas de sol, mis bambas Victoria y la Manduca en la espalda con Clara dentro.  He empezado a andar por uno de los caminos y he ido subiendo y bajando por cada uno de ellos hasta dar dos vueltas. En total unos 40 minutos andando con los auriculares puestos escuchando Dos Pájaros de un Tiro de Sabina y Serrat. Ha sido genial. El parque tiene zonas de sombra y otras de sol, te vas cruzando con gente que hace lo mismo que tú y pasas un rato agradable moviendo las piernas y el corazón. Al terminar he buscado un trozo de césped con sombra y he hecho algunos ejercicios de suelo y estiramientos. Mientras tanto Clara andaba alrededor mío cogiendo hojas caídas de los árboles y trozos de ramas y me las iba trayendo. Voy a intentar coger esta rutina como algo habitual.


Nuestro “apartamento” está muy cerca del parque y el nuevo piso que estamos buscando será por esta zona para poder disfrutar de todo lo que el Parque del Virrey ofrece.

martes, 19 de junio de 2012

BARRIO DE LA CANDELARIA


Hoy hemos ido de visita al barrio de la Candelaria. Es uno de los barrios más emblemáticos de Bogotá por ser el barrio colonial de Bogotá.
Solo bajar del taxi ya nos han timado: hemos visto un puesto de calle donde vendían patatas (nos han dicho que era yuca), churros y plátano frito con sal. Nos hemos acercado tan alegremente y hemos pedido un cucurucho de yuca. El señor tendero nos ha dicho que costaban 3.000 COP (unos 3 euros). Le hemos pagado y acto seguido nos ha empezado a dar más patatas en las manos, también nos ha llenado de banana para que la probásemos. Nos ha hecho sospechar, pero el mal ya estaba hecho. Veinte metros más abajo había otro puestecito que vendía lo mismo.  Hemos preguntado el precio y nos han dicho 1.200 COP. En fin, es la novatada. Tenemos asumido que somos unos recién llegados y hasta que no cojamos ritmo nos pasaran cosas como estas. Pero tan contentos hemos llegado a la Plaza Bolívar. 

El nombre de la plaza se debe a Simón Bolívar. Se le conoce como “el libertador” y es considerado un héroe de la nación. Luchó contra los españoles por todo Suramérica y fue presidente de Colombia.  Y aunque acabó solo, derrotado y enfermo tiene su lugar en el corazón de la Candelaria. Pues bien, al entrar a la plaza hemos visto su estatua llena de banderas azules y blancas. Toda la plaza estaba llena de gente con camisetas, paraguas, banderas y bufandas de estos colores. Cantaban, bailaban y gritaban. Hemos imaginado que estaban celebrando alguna fiesta nacional, las fiestas patrias o algo así, porque hoy ha sido fiesta en Bogotá. La alegría era frenética y todo el mundo se abrazaba y daba saltos. Nos hemos decidido a preguntar a que se debía la celebración y tendrías que haber visto la cara que se nos ha quedado cuando nos han dicho que celebraban el cumpleaños de “Los Millonarios”, el equipo de fútbol más grande de Colombia.  Y les hemos dicho “Pero, ¿habéis ganado algo?” y nos han dicho “No señor, estamos celebrando el 66 cumpleaños de Los Millonarios, el equipo más grande de Colombia”. Que patriotismo. En cierta manera me da envidia ver una país tan unido, celebrando que hace 66 años se fundó su equipo de fútbol. Ni triunfos, ni copas, ni nada, solo un cumpleaños.


Hemos seguido callejeando por la Candelaria seguidos de bombos, trompetas y cánticos, hasta que hemos conseguido perdernos por las empinadas callejuelas de este precioso barrio. Algunas calles son de adoquines y las casas bajas, pintadas de vivos colores y algunas de ellas con balcones de madera. Precioso. Parte del encanto reside en la combinación de algunas casas destartaladas con otras más nuevas. 











Hay una curiosidad y son algunas figuras de color verde hechas de material reciclado situadas en balcones y azoteas. Representan comuneros locales, es decir, ciudadanos de a pie y parece que estén vigilando lo que pasa por las calles. El autor fue Jorge Olavé.


Entre los sitios de interés hay el Museo Botero, la casa de la Moneda, la Catedral Primada, la Iglesia de Santa Clara y muchos otros museos. Lo que más me ha gustado es la Plazoleta del Chorro de Quevedo. Unos dicen que Bogotá se fundó en esta plazoleta, aunque otros mantienen que el lugar fue la plaza Bolívar. En cualquier caso nos hemos pasado largo rato en esta pequeña plaza llena de lugareños jugando a pelota (una pelota pequeña, de tela, rellena de arena),  tomando chicha, vendiendo obleas (arequipe-dulce de leche- entre dos obleas redondas gigantes), paseando. Incluso hemos podido deleitarnos los oídos con dos chicos que contaban micro-cuentos, como ellos mismos decían. Una amable vendedora de tamales (envueltos de hoja de plátano rellenos de arroz y pollo) le ha regalado galletas a Clara y hemos estado charlando con ella muy a gusto. De momento toda la  gente que estamos conociendo es muy amable y nos tratan con mucho respeto y cariño.


Lo mismo nos ha pasado a la hora de comer. No había muchos restaurantes abiertos y hemos acabado en La Puerta del Real. Un sitio recién inaugurado, lleno de antigüedades y cachivaches. El dueño era un Cachaco amante de los objetos antiguos y  acumulaba ropas de la época, partes de coches: luces, parachoques, billetes antiguos, teléfonos, cuadros, camafeos. Más que un restaurante parecía  un museo. Nos ha invitado a ver sus colecciones e incluso a hacernos fotos con algunos atuendos.


En definitiva hemos descubierto un poquito más de esta bonita ciudad.