martes, 19 de junio de 2012

BARRIO DE LA CANDELARIA


Hoy hemos ido de visita al barrio de la Candelaria. Es uno de los barrios más emblemáticos de Bogotá por ser el barrio colonial de Bogotá.
Solo bajar del taxi ya nos han timado: hemos visto un puesto de calle donde vendían patatas (nos han dicho que era yuca), churros y plátano frito con sal. Nos hemos acercado tan alegremente y hemos pedido un cucurucho de yuca. El señor tendero nos ha dicho que costaban 3.000 COP (unos 3 euros). Le hemos pagado y acto seguido nos ha empezado a dar más patatas en las manos, también nos ha llenado de banana para que la probásemos. Nos ha hecho sospechar, pero el mal ya estaba hecho. Veinte metros más abajo había otro puestecito que vendía lo mismo.  Hemos preguntado el precio y nos han dicho 1.200 COP. En fin, es la novatada. Tenemos asumido que somos unos recién llegados y hasta que no cojamos ritmo nos pasaran cosas como estas. Pero tan contentos hemos llegado a la Plaza Bolívar. 

El nombre de la plaza se debe a Simón Bolívar. Se le conoce como “el libertador” y es considerado un héroe de la nación. Luchó contra los españoles por todo Suramérica y fue presidente de Colombia.  Y aunque acabó solo, derrotado y enfermo tiene su lugar en el corazón de la Candelaria. Pues bien, al entrar a la plaza hemos visto su estatua llena de banderas azules y blancas. Toda la plaza estaba llena de gente con camisetas, paraguas, banderas y bufandas de estos colores. Cantaban, bailaban y gritaban. Hemos imaginado que estaban celebrando alguna fiesta nacional, las fiestas patrias o algo así, porque hoy ha sido fiesta en Bogotá. La alegría era frenética y todo el mundo se abrazaba y daba saltos. Nos hemos decidido a preguntar a que se debía la celebración y tendrías que haber visto la cara que se nos ha quedado cuando nos han dicho que celebraban el cumpleaños de “Los Millonarios”, el equipo de fútbol más grande de Colombia.  Y les hemos dicho “Pero, ¿habéis ganado algo?” y nos han dicho “No señor, estamos celebrando el 66 cumpleaños de Los Millonarios, el equipo más grande de Colombia”. Que patriotismo. En cierta manera me da envidia ver una país tan unido, celebrando que hace 66 años se fundó su equipo de fútbol. Ni triunfos, ni copas, ni nada, solo un cumpleaños.


Hemos seguido callejeando por la Candelaria seguidos de bombos, trompetas y cánticos, hasta que hemos conseguido perdernos por las empinadas callejuelas de este precioso barrio. Algunas calles son de adoquines y las casas bajas, pintadas de vivos colores y algunas de ellas con balcones de madera. Precioso. Parte del encanto reside en la combinación de algunas casas destartaladas con otras más nuevas. 











Hay una curiosidad y son algunas figuras de color verde hechas de material reciclado situadas en balcones y azoteas. Representan comuneros locales, es decir, ciudadanos de a pie y parece que estén vigilando lo que pasa por las calles. El autor fue Jorge Olavé.


Entre los sitios de interés hay el Museo Botero, la casa de la Moneda, la Catedral Primada, la Iglesia de Santa Clara y muchos otros museos. Lo que más me ha gustado es la Plazoleta del Chorro de Quevedo. Unos dicen que Bogotá se fundó en esta plazoleta, aunque otros mantienen que el lugar fue la plaza Bolívar. En cualquier caso nos hemos pasado largo rato en esta pequeña plaza llena de lugareños jugando a pelota (una pelota pequeña, de tela, rellena de arena),  tomando chicha, vendiendo obleas (arequipe-dulce de leche- entre dos obleas redondas gigantes), paseando. Incluso hemos podido deleitarnos los oídos con dos chicos que contaban micro-cuentos, como ellos mismos decían. Una amable vendedora de tamales (envueltos de hoja de plátano rellenos de arroz y pollo) le ha regalado galletas a Clara y hemos estado charlando con ella muy a gusto. De momento toda la  gente que estamos conociendo es muy amable y nos tratan con mucho respeto y cariño.


Lo mismo nos ha pasado a la hora de comer. No había muchos restaurantes abiertos y hemos acabado en La Puerta del Real. Un sitio recién inaugurado, lleno de antigüedades y cachivaches. El dueño era un Cachaco amante de los objetos antiguos y  acumulaba ropas de la época, partes de coches: luces, parachoques, billetes antiguos, teléfonos, cuadros, camafeos. Más que un restaurante parecía  un museo. Nos ha invitado a ver sus colecciones e incluso a hacernos fotos con algunos atuendos.


En definitiva hemos descubierto un poquito más de esta bonita ciudad. 

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