miércoles, 9 de diciembre de 2009

VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA


Vang Vieng es una ciudad que se encuentra a 120 km al norte de la capital de Laos. Aquí hay muchas actividades para hacer, la mayoría de las cuales está orientada al turismo organizado como bajar el rio Nam Song metido dentro de una cámara de rueda de camión, explorar a pie sus encantadores paisajes kársticos, escalar sus escarpadas montañas o adentrarte dentro la tierra a través de las mil y una cuevas que hay en sus alrededores.

Nosotros hemos decidido alquilar una motocicleta para visitar un conjunto de cuevas llamadas Tham Sang Triangle situadas a 16 km al norte de Vang Vieng. Era curioso ver a seis motos todas juntas por la carretera apropiándose de ella. Si hubiéramos llevado una chupa de cuero con un águila en la espalda, los pelos y las barbas largos y unas motos más potentes, hubiéramos parecido “Los ángeles del Infierno Laosiano”.

Al llegar a las cercanías de la cueva hemos visto un cartel pequeño y mal rotulado que pedía pagar parking por dejar las motos. Imagínate en medio de la naturaleza rodeado de montañas y palmeras, el rio Nam Song a nuestra derecha transitando por un estrecho camino y cuando se termina el camino aparece este cartel con dos mujeres sentadas a la sombra pidiendo dinero por dejar las motos. Increíble, pero cierto. Y es que en Laos se están dando cuenta que al turista se le puede “estrujar” para que vaya soltando el dinero. Nosotros, ni cortos ni perezosos, hemos aparcada las motos en una zona un poco más alejada donde no había cartel, por lo que nos hemos ahorrado el “impuesto revolucionario”. No obstante, no hemos podido evitar el peaje para pasar un desvencijado puente hecho con cañas de bambú que amenazaba desmoronarse con solo estornudar que permitía cruzar el rio hasta la zona donde se encuentran las cuevas.

La primera de las cuevas que hemos visto ha sido Tham Sang o Cueva del Elefante donde la tierra ha creado una estalagmita con forma de elefante y aprovechando tan singular acontecimiento los locales han adornado la cueva con varias imágenes de Buddha. La cueva es poco profunda y con una abertura lo suficientemente grande como para que la luz llegue a todos los rincones sin problemas.

Luego hemos continuado 1 km en medio de los arrozales dorados hasta llegar a las cuevas Tham Loup y Tham Hoi (por cierto, tham significa cueva en laosiano) donde al pagar la entrada también te ofrecían unos frontales para poder explorar con más detalle las cuevas. Además, un guía local se nos ha acoplado al grupo sin previa petición o conversación, pero la exploración resultaba un poco más segura (si se puede llamar de esta forma). Así que el Speleology´s Team formado por Javi, Raúl, Alberto, Pablo (un compañero de Madrid que había tomado el relevo a Rubén de vuelta a España), Anthoni (un francés que había conocido Pablo), Noemí y yo nos ataviamos con los frontales para iniciar nuestro particular “Viaje al centro de la Tierra”.

Iniciamos nuestra exploración por Tham Loup que se introduce unos 400m dentro de la montaña donde pudimos apreciar varias estalagmitas y estalactitas de piedra caliza muy impresionantes, algunas de ellas relucían como estrellas en la noche cuando las enfocábamos con la linterna.

La otra cueva, Tham Hoy, se adentraba 3 km dentro de la tierra, con lo que la cosa ya parecía más seria. Así que decidimos solo explorar algunos metros sin llegar al final. No obstante, nuestro guía “subalterno” también se apuntó a la segunda exploración. A la que nos hemos dado cuenta ya llevábamos una hora caminando dentro de tan oscuro y profundo lugar, y todo el equipo nos sentíamos con ganas y ánimos para continuar, excepto Pablo que le pudo su claustrofobia teniendo que volver sobre sus pasos. Y no me extraña, porque aquí entra una o dos personas solas y te vuelves a los 10 minutos pero como íbamos todo un grupo la sensación de seguridad aumenta, incluso diría que te creces por encima de tus posibilidades o limitaciones. Y si no preguntádselo a Noemí, que en otras circunstancias me hubiera insistido en salir a la mínima de cambio. Sin embargo, allí estaba no sólo internándose en las profundidades de la tierra sino también disfrutando de cada instante en tan recóndito lugar.

Dentro de la cueva había cavernas tan grandes como un polideportivo y espacios tan estrechos que teníamos que pasar a gatas. Además, en mitad del trayecto nos hemos tenido que descalzar para pasar por varios charcos donde el agua nos llegaba hasta las rodillas. En otros puntos había una arcilla tan pegajosa que los pies se quedaban enganchados como una especie de trampa que tenías que superar para llegar al tesoro escondido en las entrañas de la tierra. Y es que esta cueva después de sus 3 km llegas a un lago subterráneo increíble. El lago tiene unos 80 m de largo y aunque en la mayoría de los puntos tocábamos con los pies había grietas demasiado profundas como para comprobar su profundidad. Allí, en medio de la penumbra creada por nuestros frontales y con el único sonido de nuestra respiración, nos hemos dado uno de los baños más exóticos y salvajes de mi vida.

La vuelta no ha estado exenta de emoción, y es que Raúl y yo nos hemos rezagado un poco haciendo fotos y de repente íbamos por un sendero que no recordaba ningún punto familiar de la ida. Tras algunos silbidos y gritos, nos hemos percatado que la única respuesta que recibíamos era de los ecos de nuestras voces que volvían de la oscura profundidad ya que el grupo estaba demasiado lejos para oírnos.

En ese momento tus sentidos se agudizan, tus ojos observan cada detalle de la cueva, tus orejas perciben hasta el más sigiloso sonido y tu mente está complemente concentrada en procesar todos los estímulos externos para discernir el camino correcto hasta la salida. Realmente te das cuenta de todos los recursos de que dispone el ser humano en situaciones extremas como estas.

Nosotros decidimos desandar parte del camino para descubrir la bifurcación en la cual habíamos tomado el camino equivocado. De repente descubrimos algunos detalles en las piedras y formaciones calizas que nos resultaban familiares. Por lo tanto, sabíamos que habíamos pasado por allí, pero desconocíamos si íbamos hacia la salida o hacia las profundidades. Pero de repente, he visto una piedra con un agujero muy peculiar que me había resultado curiosa en nuestro camino de entrada. Esto me dio la seguridad que estábamos caminando en el sentido equivocado. Así que hemos girado 180º para reiniciar nuestro camino de vuelta a la superficie. Y es que aunque parezca sencillo, e incluso llevando guía y conociendo el camino de ida, es fácil perderse en una cueva de estas dimensiones. Además, por algún motivo uno tiende a desorientarse en tan silencioso y oscuro lugar.

Sin embargo, y a pesar de perdernos, en todo momento hemos conservado la calma y serenidad para reencontrar la salida.

HA SIDO UNA DE LAS EXPERIENCIAS MÁS AUTÉNTICAS DEL VIAJE.

Ahh, se me olvidaba. Al volver a las motos hemos visto que las mujeres habían movido el cartel del parking donde las teníamos aparcadas solicitando que les pagáramos parking. Qué cara tienen!!!!! Nosotros solo nos hemos reído de la cómica situación y por supuesto que no hemos pagado el reincidente “impuesto revolucionario”.

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