sábado, 6 de febrero de 2010

VIAJAR EN WICKED

Cuando pensaba en el tipo de viaje que haríamos en Nueva Zelanda, me atraía mucho la independencia de ir con tu propio coche y la casa a cuestas, pero tenía alguna duda de si me cansaría vivir en un espacio tan pequeño durante 1 mes, haciendo encaje de bolillos para guardar la ropa, encontrarla, cocina,... Nada más lejos de la realidad. Ha sido fantástico.

El día empezaba en cualquier lugar precioso donde habíamos pasado la noche anterior. Nuestra predilección era cerca de algún riachuelo o lago para poder empezar la jornada con una ducha matinal de agua natural y casi siempre congelada. Los dos primeros días así ha sido. El agua natural que fluye de ríos o se acumular en lagos, no está tratada ni canalizada. Es agua llena de energía y pureza que te activa el cuerpo y te llena de vitalidad. Recuerdo nuestro primer baño en las aguas turquesas del lago Tekapo. Pepe y yo con la cabeza enjabonada riéndonos de la situación, con el jabón flotando sobre al agua mientras la corriente se lo llevaba y teníamos que nadar tras de él.

El segundo baño en un riachuelo de aguas de deshielo del Tasman Glacier tampoco tuvo desperdicio. Después de una caminata de 2 horas, nos sentamos en medio de un pequeño río de aguas gélidas y cristalinas. No podíamos sumergirnos ya que el río no era profundo, así que usamos nuestra ensaladera para echarnos el agua por encima. Acabamos haciendo una guerra de agua bajo la mirada divertida de algunas personas que acabaron por poner los pies en remojo.

Otras noches especiales han sido en playas desiertas, en medio del Abel Tasman National Park, en campings de montaña a los pies de glaciares, frente al Blue Lake y alguna vez también cerca de alguna carretera, claro.
Cuando la luz del día nos despertaba, abríamos nuestra ventana con vistas al cielo. Genial para dejar entrar la luz del sol sobre nuestro saco de dormir por la mañana y para dejarnos bañar por la luz de la luna y las estrellas por la noche. Tras desperezarnos, asearnos y arreglar nuestra casita, llegaba el momento del desayuno: zumo y porridge de avena con leche de soja y fruta. Tras esto decidíamos la ruta del día y poníamos rumbo a uno de las numerosas maravillas que tiene Nueva Zelanda.
Pasar por la gasolinera era obligado, casi cada día. Hemos hecho más de 3.000 kilómetros y la campervan chupaba como una esponja. Poníamos unos 40 euros diarios.
Las comidas y cenas también las preparábamos en el coche. Me he sorprendido de ver que puedes cocinar deliciosas y saludables comidas con un hornillo de algo más de medio palmo x medio palmo, una sarten y un cazo. Entre nuestros menús favoritos estaban: mejillones neozelandeses al vapor (tienen la concha verde y están sabrosísimos), guacamole, pasta a la boloñesa, pollo a la pimienta de Sichuan, lenguado, solomillo con pimientos, pescado con salsa de leche de coco, tofu con maiz y pipas, ensaladas,... Creo que uno de los secretos que hacía que todo estuviera delicioso era que lo cocinaba al aire libre. Luego nos sentábamos en nuestras sillas, abríamos una botella de vino australiano y nos dejábamos llevar por los sentidos. Tras la comida o cena solo quedaba lavar 4 cosas: 2 platos, 2 vasos, 2 cubiertos y una sarten o un cazo. Lejos de ser un proceso complicado e incómodo, las comidas han sido sencillas y fáciles.
Por la noche, después de cenar, llegaba el momento de preparar nuestra cama. Ésta consistía en tres colchones. Nos habíamos provisto con sábanas, mantas y almohadas. Además teníamos nuestro saco de dormir para las noches más frías. Una vez dentro de la Wicked, estábamos un buen rato leyendo bajo la luz que había dentro. Cuando nos cogía el sueño apagábamos la luz y nos dormíamos con el sonido del mar, el canto del álgún Kea y los apacibles sonidos de la noche en medio de la naturaleza.

El primer día enseguida nos dimos cuenta que entre las personas que han alqulado una Wicked hay una complicidad especial y es que si te cruzas por la carretera te saludas. Todas las maneras valen: luces, bocinazos, saludos efusivos con manos, sonrisas de oreja a oreja. Era muy divertido cruzarnos con otros "traviesos" como nosotros.

Hemos sido el centro de atención de muchas personas y es que esta campervan pasa de todo menos desapercibida. Muchas han sido las personas que se han reído al vernos pasar y nos han hecho fotos. Incluso conocí una señora que hacía colección de modelos de Wicked y le hizo un reportaje fotográfico.
El día que devolvimos la Wicked sentí pena por tener que dejar nuestra gran compañera de viaje que tan bien nos ha tratado. La llevamos a lavar por dentro y por fuera. La dejamos reluciente y a cargo de los mecánicos que la revisaran para darle su merecido descanso.
Ha sido una de las mejores experiencias de nuestro viaje por el mundo. Viajar con la casa a cuestas de hace sentir libre y ligero, dado que viajas con lo imprescindible. Eres como un nómada que planea su aventura día a día.

¡Gracias Wicked!

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