sábado, 11 de agosto de 2012

LA HACIENDA BETANIA

Después de visitar Zipaquirá y su Catedral de Sal, nos dirigimos hacia el hotel elegido para pasar la noche. Parece ser que como Zipaquirá está cerca de Bogotá, los turistas no pernoctan por la zona, o al menos eso dice la Lonely Planet. De todos modos la guía hacía una pequeña mención a La Hacienda Betania, diciendo que merecía la pena visitarla. Nuestra Lonely jamás nos ha fallado, así que no dudamos en reservar una habitación para la noche del sábado. La Hacienda Betania esta en la Vereda Trinidad via a Sopo. (www.hotelhaciendabetania.net/online).

Llegar fue toda una aventura. Para llegar a ella hay que transitar por caminos de tierra, con piedras, baches y agujeros. Algunos lugareños nos daban indicaciones incorrectas, no sabemos si por desconocimiento del lugar o para marearnos. Lo cierto es que en esas zonas humildes, dábamos mucho la nota con nuestra flamante camioneta. Con ayuda de Berta, la propietaria y chef del hotel, y un poco de intuición y sentido de la orientación llegamos al caer la noche.


El personal del hotel nos estaban esperando. Nos ayudaron con las maletas, hicimos el check-in, nos ofrecieron algo para tomar y ordenamos la cena.  Aunque había la opción de cenar algo ligero, nosotros optamos por un plato fuerte. Las críticas del restaurante eran muy positivas y no podíamos dejar pasar la oportunidad de degustar la cocina. 

Una dulce y más que amable empleada del hotel (cuyo nombre ahora no recuerdo) nos acompañó a la habitación Manuela. La habitación estaba decorada con alegres colores fucsia y verde. Cortinas, edredón, cojines, lámparas, mesitas,... todo a conjunto. Del techo en forma casi piramidal colgaba una lámpara de cristales. La habitación tenía una pequeña terraza con mesa, sillas y una planta que me recordó mi infancia. Era una de esas plantas que las flores tienen forma de campanilla de color rosa fucsia. De pequeña me dedicaba a hacer explotar las flores apretando. El ploff me parecía de lo más divertido. Mi madre me reñía porque si las hacía explotar, ya no florecía. Me permití explotar algunas de ellas, cosa que me divirtió muchísimo. 


Tras instalarnos brevemente en la habitación, llamaron a la puerta: la cena estaba lista. Bajamos a un acogedor comedor con 3 mesas, aunque solo 2 de ellas estaban ocupadas. Una por nosotros y otra por otras dos parejas. La cena estaba servida al lado de una chimenea encendida que chisporroteaba desprendiendo calor y sintiéndonos muy bien acogidos. Cenamos una deliciosa sopa de tomate casera servida en unos bols también en forma de tomate. Y de plato fuerte cenamos mero, acompañado de una deliciosa ensalada con espinaca frita y salsa pesto, y patatas panadera. Para beber un jugo de mandarina recién exprimido. Cuando terminamos nos sentamos en los sofás frente al fuego y saboreamos tranquilamente una aromática. Mientras tanto Clara jugaba con un caballo de madera, cortesía del hotel. 



Berta salio de la cocina, con esa imagen que me encanta de los chefs: gorro alto y delantal largo atado delante. Nos preguntó si nos había gustado la cena y algo que no suelen preguntarte: si nos sentíamos a gusto. Mucho.

Pero faltaba lo mejor: la bolsa de agua caliente en forma de ovejita que nos dieron. Y es que la noche era fría y la ovejita hizo su efecto en mis pies. Con esta sensación de estar en casa nos fuimos a dormir.

El día siguiente amaneció soleado y al abrir las cortinas nos dimos cuenta del lugar donde estábamos: delante nuestro había una inmensa llanura de verdes prados y caminos con arboledas. Las vacas pastaban libremente, los caballos relinchaban a sus anchas y había pajaritos que tomaban baños en pequeñas pozas de agua. Y es que a esta zona la llaman  la Toscana Colombiana. Y no es para menos.


Bajamos a desayunar. En este caso, el lugar del desayuno era un quiosco acristalado con salida a una terraza. Desde aquí podíamos deleitarnos con las maravillosas vistas del lugar. Berta debía llevar mucho rato en la cocina, a juzgar por el desayuno que nos preparó: huevos pericos (con salsa de cebolla y tomate), pan caliente, mermelada casera, mantequilla, croissants, chocolate caliente y jugo de mora. Nos gustó tanto que les pedimos varias veces repetir de pan y de croissants. ¡Como comen estos españoles!


Después del desayuno pudimos conocer un poco más la casa, donde hay zonas de juegos, sala de televisor y un sinfín de rincones singulares.



Pero lo mejor fue conocer un poquito más a Berta. Estuvimos charlando con ella un rato. Es una de esas personas con las que podrías sentarte horas frente a una fuego y escucharla hablar. Una mujer de corazón de oro, manos de artista y ojos de diamante. 


Gracias a todos por hacernos pasar una estancia tan agradable. Altamente recomendable.  

1 comentario:

  1. Hoy tuve la desagradable experiencia de ir a la Hacienda Betania con unos invitados y pasar la mayor verguenza con ellos. Mi hermana hizo reservacion ir a almorzar via telefonica, y nos dieron las indicaciones para llegar, con un trato que no shizo pensar que era un buen sitio, pero al lelgar nos encontramos con una realidad algo diferente. No habia nadie que nos dijera donde acomodarnos, por lo que tuvimos que buscar donde estaban las areas disponibles y adecuadas como comedor por iniciativa propia. Luego de 10 minutos de espera, apareció una señora (al parecer la dueña) a semiarreglar una mesa y nos mandó una mesera para tomar nuestra orden. Tras ello, empezó la odisea. Los minutos pasaban y pasaban, y se convirtieron en media hora, luego en 1 hora, y nadie aparecía ni se veía para preguntarle que pasaba con nuestra orden. Luego de 1 hora y 45 minutos de espera, molestos tuvimos que ir hasta la cocina a preguntar si nos iban a atender o no, y nos encontramos con que la mesera que nos atendió era la misma chef, y nos dijo queunos 15 minutos teniamos nuestro pedido. Como estaba lloviendo, decidimos esperar y nos entretuvimos charlando, por lo que se nos pasó el tiempo, y llegamos a 2 horas de espera, y ni rastro de la mesera, ni de nuestro pedido! Molesto fui a ver que pasaba, y me dijeron que ya lo estaban siriviendo, y entonces decidi pedir unos platanitos y unas papitas de entrada para calmar el gusanillo mientras tanto. Habiendo llegado a las 2:50 pm, con reservacion hecha y confirmada, solo hasta las 4:45 pm, una mesera se dignó traernos los cubiertos y empezar a traernos nuestro pedido. Y Oh, sorpresa, me salió con que algunos de los platos que habiamos pedido, no podia traerlos porque no tenian carne! Y otros, porque se les habian acabado ingredientes principales! Los jugos pedidos, tampoco podian traerlos porque no tenian leche! Y para colmo, cuando creiamos que ya no podia salir algo mas mal, nos salen con que el pedido no fue registrado correctamente por la mesera (pese a que le repetimos y confirmamos que era lo que queriamos) y que la preparacion de los faltantes se demoraba 1 hora mas! Y la tapa de la olla, fue que la mesera y la chef decidieron unilateralmente no prepararnos ni servirnos las entradas con la excusa de que ya estaban sirviendonos los platos principales! Conclusión: nos tuvimos que aguantar 2 horas de espera injustificada. La comida que nos trajeron estaba fria o tibia y no caliente como deberia ser. No nos trajeron todo lo que pedimos. Lo que pagamos por la comida, no excesivo toda vez que la calidad, la presentacion y el sabor de lo que nos trajeron, no fueron adecuados. La atencion fue pesima y demostró que el lugar que tanto se ufana de tener comentarios positivos en revistas extranjeras, es un desgreño total, en donde la dueña solo tiene 2 empleadas para cubrir todas las tares de lo que ella llama hotel restaurante, y que en realidad no es mas que una casa grande con una tienda que funge vender comida! Y para cerrar el cuadro, apareció Berta, la que posa en la reseña del sitio y de raponazo nos quitó de las manos el libro de visitas para que no pudieramos registrar nuestras quejas y sugerencias sobre el servicio, y con un tono dizplicente y arrogante, nos salio con la perla "si no les gusta el servicio, pues vayan a otra parte, porque clientes es lo que sobra"!

    Para nada lo recomiendo. Si quieren quedar mal con sus invitados o con su familia, y de paso lelvarse un disgusto, vayan a almorzar a la Hacienda Betania!

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